Todo lo que quise (Spanish Edition) by Lorena Murién

Todo lo que quise (Spanish Edition) by Lorena Murién

autor:Lorena Murién [Murién, Lorena]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2024-08-17T03:00:00+00:00


27

SORTEANDO LO INEVITABLE

IRENE

No sé cuánto llevo paraliza en el mismo sitio, con la mirada puesta en las hojas y la manera que se acarician unas con otras mientras se mecen al viento. Apenas hemos recorrido unos metros del parque y el malestar que he sentido desde anoche se ha esfumado como si nunca hubiera existido. Los nervios se me ponen en la boca del estómago y me hacen sonreír cuando percibo a Edith mirándome, tan alegre que parece que haya planeado esto desde hace días.

—¿Te gusta?

—Es… precioso —respondo, ya no sé hacia dónde mirar, porque terminar en su sonrisa sigue pareciéndome el mejor destino.

El sendero se ve amplio y hay algunos bancos de madera dispersos en los que varias personas disfrutan de un pequeño descanso o de una charla con su pareja y amigos. Lo único que sé, es que no quiero quedarme aquí y me dejo guiar hacia donde quiera llevarme.

—Tu sonrisa sí que lo es —comenta y acentúa unos nervios que he sentido casi desde que llegué, a pesar de no haberme dado cuenta de ello.

De vez en cuando, el camino se abre a prados amplios donde veo a muchos tomar el sol, hacer un picnic o jugar con sus mascotas. Sonrío al ver la bolsa que lleva colgada del hombro y ahora me doy cuenta de que ha querido evitar a toda costa decirme a dónde íbamos. Parece que Edith no se dé cuenta de lo maravillosa que es, dice estar anclada en la rutina, escondida entre las sombras, totalmente perdida, pero cada vez que la miro veo a alguien capaz de arrasar con cualquier chispa de soledad. Es como un pájaro que sobrevuela la ciudad y se posa en tu ventana para dar música al amanecer, y me hace muy feliz estar aquí y ahora, dispuesta a seguir sus pasos sin miedo a donde nos puedan llevar.

—Vas a tener que dejar de hacer eso, me pones nerviosa.

—¿Tú, nerviosa? No me lo creo —suelta una carcajada y chista la lengua—. ¿Y qué me dices de ti? ¿Todavía tengo que recordarte que entraste a De grote reis como si fueras un huracán?

—Yo no tengo la culpa de que seas así de torpe —bromeo, me encojo de hombros y vuelvo a mirarla—. Te lo digo en serio, has conseguido que en poco tiempo me sienta especial, y no como esa chica que recorre el mundo porque nunca conecta con nada.

Edith sonríe y mira sus pies durante unos segundos, aunque pone enseguida la atención al frente, hacia un sendero más estrecho, bordeado por arbustos y flores silvestres. Hay un momento en el que el aire se llena de una fragancia dulce que reconozco al instante. Frente a nosotras, se abre un espacio amplio y soleado donde hay un rosedal. Las hileras ordenadas de variedades y colores crean un despliegue de rojos, rosas, blancos y amarillos, dejándome boquiabierta. Estoy a punto de soltar la bicicleta, pero al final consigo seguir sus pasos hacia uno de los espacios abiertos llenos de césped, donde se adelanta y deja la suya en la graba antes de extender su mano e invitarme a ir con ella.



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